miércoles, 29 de enero de 2014

¿Conformistas o Inconformes?

"Me siento conforme con lo que hago".... "Uno debe conformarse con lo que tiene".... "Ya que no tengo X... me conformo con Y".... "Cuando estás conforme en tu relación, ¿sales a buscar algo más?". Estas fueron solo algunas de las expresiones que escuché ayer de quienes me rodearon durante el día. Tal parece que este fue un martes cuya palabra clave fue: "Conformarse".

Para algunos esta palabra tiene un significado positivo,  relacionado tal vez a la capacidad de ver el "vaso medio lleno", a aceptar que "hasta allí nos llegó la cobija" o como decía (afortunadamente de manera muy irónica) mi mamá en algunas ocasiones, a que estamos felizmente "jodidos, pero en Caracas". Y estas personas compran tal vez, la idea de apostarle a alcanzar una vida que cumpla con su objetivo: conformarlos.
Existe otro grupo de personas (seguramente tildadas de inconformes por aquellos otros, los conformes), para los que esta palabra es sinónimo de resignación, de "hasta aquí logré,  aquí me quedo" e incluso una creencia algo mediocre: “me quedo con esto, porque es lo que puedo tener”. Para estos individuos conformarse no es suficiente y dependiendo de lo que hablemos, puede convertirse en una alerta, de estar viviendo una vida por inercia, la inercia que da el sentirse, solo conformes.

Definitivamente me ubico más en el segundo grupo, el de los "disconformes". Yo creo que vivir es más que solo existir conforme a lo esperado... creo en apostarle a una vida que nos haga sentir satisfechos y plenos. Aunque confieso que me he sorprendido a mí misma, en más de una ocasión, conformándome en algunos aspectos de la vida y actuando en base a mantener vivo eso que me tiene conforme; generalmente, cuando me doy cuenta que estoy solo conforme, es cuando comienzo a sentirme incómoda. Por ejemplo: sentirse conforme en una relación de cualquier tipo (laboral, amorosa, amistad, incluso conmigo misma) es sinónimo de “no está bien… pero pudiera ser peor, así que me resigno y me quedaré aquí. En algún momento esto... se convertirá en eso que quiero o simplemente yo dejaré de querer”.

Y así, viendo conformes e inconformes... sintiéndome conforme y disconforme a ratos, transcurrió el martes. Mi día, que había comenzado temprano con una conversación con una gran amiga, sobre los peligroso que puede ser para el autoestima eso de “conformarse” con menos de lo que realmente se quiere y peor aún, ver “ese poco” como algo especial y darle el poder de ocupar mi mente, mi tiempo y hasta cederle parte de mi energía con mucha frecuencia… sin obtener lo que realmente se quiere. Terminó lleno de preguntas y reflexiones que seguramente me acompañarán por varios días: 

Es cierto que uno solo se puede arropar hasta donde le llega la cobija… pero aunque la cobija no se extienda, es posible conseguir un sweater, unas medias o en el mejor escenario, si así lo queremos, una cobija nueva. ¿Cómo sería el mundo si todos intentáramos siempre ir por más...trabajáramos y viviéramos por hacer cosas que nos hicieran sentir realmente satisfechos y no simplemente conformes?, ¿Realmente podemos encontrar, si existe, un punto intermedio entre ser un conformista o ser un inconforme? o quizás, solo basta con tener claro que hay una gran diferencia entre conformarse y ser feliz.




"La resignación es un suicidio cotidiano." - Honoré de Balzac

Monik






miércoles, 22 de enero de 2014

Sobre eso que llamamos Fe

FE, dos letras que guardan un gran significado y están envueltas en muchos conceptos: actos de Fe, cosa de Fe, la Fe que mueve montañas, hombres de buena Fe. 

De niña, debía asistir a dos horas semanales de una materia llamada "Educación para la Fe". Y debo decir, que a pesar de cobrar una matrícula bastante elevada... de Fe me enseñaron muy poco en ese lugar. Pasaban la lista cada lunes y generalmente mi respuesta era "No Sor X" a la incómoda pregunta "¿Cantillo, fuiste a misa el domingo?". La cara de "Sor X" era de tal desagrado, que muchas veces logró hacerme sentir como un "bicho raro", indigno de estar en tan solemne clase. Sin embargo, es de ese momento que puedo recordar uno de mis primeros "actos de Fe": Tenía la certeza (y era meramente basada en la Fe) de que llegaría el día,  en el que no tendría que escuchar nunca más esa pregunta y que si me tropezaba con ella, la respuesta poco importaría. Con los años me di cuenta que esa asignatura no era más que un relleno en el plan de estudios de mi colegio católico (al que amo por todo lo que allí pude vivir y por permitirme conocer a mis 6 hermanas del alma). Una materia que hacía la diferencia entre las niñas "bien" del colegio de monjas y el resto del mundo. Pero eso nada tenía que ver con la Fe, era solo religión. 

Sobre Fe, al igual que sobre muchas otras cosas que me definen como persona, tuve la bendición de aprender sin pagar matrícula.... en casa. Y es que mi niñez estuvo llena de actos de Fe: Fe en el ángel de la guarda, al que le rezaba cada noche agradeciendo el día y pidiendo, con Fe, que mis padres siempre estuvieran conmigo. Fe en el Niño Jesús que traería regalos si me portaba bien... la Fe de que algún día no tendría que escuchar a mis padres discutir... pedir con Fe un hermanito que me acompañara a jugar, Fe en que alguna vez tendría un perro... creer con Fe, que si estudiaba iría a una buena universidad, pedir con Fe que mi papá dejara de ser alcohólico y que mi mamá fuera inmortal. Fe... Fe ciega y a veces ilusa...supongo que así es siempre la Fe.

Fe católica, Fe budista, Fe cristiana, Fe musulmana....finalmente Fe. Esa necesidad del ser humano, venga de donde venga... de creer sin dudar, en aquello que se espera suceda, a pesar de no tener otra garantía que la Fe en sí misma. Me sigue impresionando que aunque el mundo ha evolucionado en tantas áreas... aún existan personas pasándola mal, por un limitado concepto de Fe asociado a la Religión. Personas que juzgan y se escandalizan porque alguien no va a misa, porque los gays puedan adoptar o casarse, porque exista la pena de muerte, porque la vecina tuvo un hijo sin estar casada, porque un judío pueda enamorarse de alguien que no lo es.... porque existan quienes solo quieren vivir juntos "sin la bendición de Dios" (como si los pastores hoy día realmente representaran a Dios en la tierra). En fin... se escandalizan por la forma  en que otros viven su Fe. Y juzgan, mirando con la misma cara de desagrado que "Sor X" ponía cada lunes. Afortunadamente, hoy ya no me siento un "bicho raro" por este tema... y confieso que sigo sin ir a misa los domingos.

Fe, una fuerza que me da seguridad, y que está inevitablemente envuelta en cualquier cosa que hago: Fe en el esfuerzo recompensado, Fe "en la buena Fe" de quienes me rodean, Fe en el amor, Fe en que las cosas pueden salir como espero, Fe en que, a pesar de no ser inmortales... los que se fueron de este mundo, siguen a mi lado. Y a pesar de tener hoy en día un entendimiento de esas dos letras, distinto del que me enseñaron en mi clase de "Educación para la Fe"; sigo creyendo en Dios, un Dios todopoderoso, omnipresente, noble y justo; que siendo objeto de mi Fe, sigue estando muy lejos de eso que llaman religión

Y creo que tal vez en esta vida muchas de las cosas que parecen ser producto de la suerte, del destino e incluso de nuestro esfuerzo; terminan siendo simplemente el más hermoso y paciente acto de Fe: Jugar y ganar, pedir y obtener, luchar y lograr, amar y ser amado, conceder y pedir perdón, escribir y ser leído....


Monik


"La Fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve" (Heb 11:1).






jueves, 9 de enero de 2014

El efecto placebo del "público amor"

Tienes 500 amigos en Facebook,  eres "el alcalde" de algún lugar de moda según Foursquare,  en Twitter 1000 personas dicen seguirte.  En la sociedad actual, miles de anuncios parecen gritar, a través de las redes sociales, la misma cosa: "tu éxito y felicidad se mide por lo feliz o exitoso que otros creen que eres". De ser así, realmente sería muy fácil ser feliz... felicidad al alcance de un click. Todo dependería de la cantidad de gente a la que puedas convencer.

Y pudiera escribir acerca de la felicidad en otros aspectos de la vida,  pero desde hace 8 días, es el "público amor" lo que inunda mi muro de noticias en Facebook, Twitter e Instagram. Tal parece que algunos comenzaron el año expresando auténtico amor (lo cual me encanta) y otros... otros iniciaron este 2014 aparentando mucho mejor su "público amor".

Me resulta emocionante y me llena de alegría ver anuncios de bodas, fotos de nacimientos, vacaciones en pareja o familia, incluso esas declaraciones de amor que reflejan lo que veo en los rostros de quienes la publican. Compartir esa felicidad (como lo he hecho yo misma muchas veces) me parece lo mejor de vivir en esta era en la que, para contarle a tus amigos lo que pasa en tu vida o lo que piensas del mundo, solo necesitas un click. Lo que me cuesta entender es por qué para algunos, la nota ya no parece ser compartir, sino demostrar. Demostrar que son felices, demostrar que todo está bien, demostrar, aparentar y demostrar. 

Me confunde ver que cuando las cosas evidentemente no van bien en su relación, algunas personas hoy día "lo resuelven" diciendo un muy público "Te amo" en alguna red social, se juntan en una foto de perfil, actualizan su estado sentimental en Facebook o anuncian una boda. Como si eso pusiera una capa de protección a su relación, eliminara los problemas de inseguridad (propios o de la pareja), les hiciera más felices, les permitiera hacer menos todas esas cosas por las que a diario se preguntan "¿realmente tengo aquí lo que quiero?" y hasta les hicieran olvidar que son o han sido infieles (al otro o a si mismos).  
¿Dónde quedó el hablar (en pareja) de lo que se quiere, el poner en una balanza los pro y contras de la relación decidiendo por aquello que nos haga más feliz , el admitir cuando las cosas pueden rescatarse o cuando, por el bien de ambos, lo mejor es dejarlo hasta aquí?

Y al escribir esto, no pretendo juzgar a nadie, solo quiero expresar mi confusión, porque yo no creo en el amor de apariencia. Y admito que tal vez soy yo quien está "fuera de onda", es posible que sea yo la que está equivocada, quizás las reglas del amor cambiaron en este último año en el que he estado sin pareja, y ahora las grandes carencias de una relación se resuelvan así: en red y con una dosis de "público amor". 

¿Acaso hay un mágico efecto placebo en hacer público nuestro platónico bienestar sentimental?. ¿Si publicamos un aparente amor, quizás pudiéramos llegar a sentirlo y recibirlo como esperamos?.

¿Hasta cuándo algunas personas seguirán comiéndose un Tic Tac, esperando que tenga en sus vidas el efecto de un Tafil?.

Monik