"La cruda verdad", "The ugly truth",
"Verdad absoluta o verdad procesal". Nombres que justifican la necesidad
de disfrazar la verdad, escondiéndose tras afirmaciones como "Una mentira que te haga
feliz, vale más que una verdad que te amargue la vida...". Yo no sé en qué momento, decir
o escuchar la verdad comenzó a ser perjudicial.
De niños, decir la verdad es lo único que sabemos hacer, de allí
la frase "los niños no
mienten...". Ellos van
por la vida sin tabúes, ni complejos, sin vergüenza, siendo niños,
viviendo, pero sin necesidad de agradar ni temor a ser juzgados.
En la adolescencia, decir la verdad se vuelve complicado, porque
nos hemos dado cuenta que existe un mundo y que nos importa demasiado lo que
allí piensan de nosotros. Y nos importa tanto, que comúnmente (unos más que
otros), pasamos esa etapa intentando ser aceptados y aceptarnos. Por ende,
aprendemos a disfrazar la verdad. La disfrazamos para ocultar travesuras,
complejos, miedos, debilidades, anhelos, amores y hasta algunos gustos.
A mis casi 30, debo reconocer que mentir no se me da bien, y
no por no saber hacerlo, simplemente no comulgo con la idea (muy mártir)
de cambiar "verdades incómodas" por "mentiras
reconfortantes". Incómodas para otros y reconfortantes también para otros.
Mientras les dosifico la verdad, intento convencerme yo, de que ese mapa que
les estoy vendiendo es el territorio que ambos habitamos. Hace ya varios años
pasé tiempo intentando ahorrarle "malos ratos" a quienes me rodean,
pero ahora, admito que me siendo muy cómoda viviendo para ser feliz y no para “ser
buena".
Si en la vida no hay éxitos ni fracasos, solo resultados (según la
PNL); entonces la verdad que decimos no tendría que pesarnos. Y si duele al que
la escucha o tanto nos incomoda a nosotros mismos, quizás es momento de evaluar
lo que hacemos, en lugar de maquillar lo que decimos.
En fin, esto es solo mi punto de vista y confieso que aún estoy
en el proceso de entender, que es tan válido como el de aquellos que van por la
vida vendiendo "lavadoras que no lavan", disfrazadas en buen
comercial.
Monik