Siento ganas de escribir esta noche sobre lo que
siento. Esa extraña sensación de “nada”, que a ratos me dan ganas de llorar,
pero al mismo tiempo, me impide hacerlo. Y siento que ya han sido suficientes días
con “nada” acompañándome.
Siento unas ganas enormes de soñar con mi mami,
abrazarla y contarle las cosas que me pasan estos días, pedirle un consejo, compartir
un café con leche y una torta de
zanahoria (esa que tan rica le quedaba), pedirle que me peine (aunque sé que
halará mi cabello), contarle algo gracioso solo para escucharla reír. Siento más
ganas aún de que al despertar, algunas cosas no hubieran sucedido todavía.
Al cerrar los ojos, hoy siento que puedo escuchar
a mi hermano contándome sus cuentos sobre sus últimas fotos o algún video de
una banda (seguramente una de esas que poco escucho), mientras comemos arepas frente
al televisor de la sala y hacemos lo posible porque Spike deje de ladrar y no
se monte en el sofá o nos robe la cena. Siento nostalgia de algunos momentos de
oficina, cuando de 8 a 5 no solo se trabajaba, sino que se jugaba, en esa
escuela gigante de 3 letras donde no solo me rodeaban buenos compañeros, sino personas
a las que respeto y admiro, y algunas de las mejores amigas que tengo.
Siento (y no solo hoy) un enorme aburrimiento
cuando algunos me hablan de lo que se esperaba y no llegó, aunque debo admitir,
que en estos días me siento identificada con ellos. Siento que quedo sorda
cuando comienzo a escuchar discusiones sobre política, religión, videojuegos
y programación. Siento que me marchito
poco a poco cuando alguien comienza a quejarse de su vida frente a mí. Y siento
que muero intoxicada cuando se dedican a criticarle la vida al vecino sin saber
que desde mi punto de vista, probablemente, su vida está mucho peor.
Siento emoción cuando escucho esa canción retro que
tanto me gustaba… con letras bien pensadas y a veces acompañadas de una música
bastante terrible. Siento ganas de saltar con esa otra canción sin mucha letra
pero bastante ritmo, que últimamente me hace bailar y cantar cuando voy detrás
del volante.
Siento ternura cuando un niño recuerda mi nombre
y quiere jugar conmigo. Siento ahora ganas de ir corriendo a hacer “bochinche”
con Spike y Bui.
Siento miedo a la soledad, esa que se experimenta
incluso estando rodeada de un millón de personas. Al mismo tiempo, siento
tranquilidad por haber entendido que nunca estoy sola. Siento mariposas en el
estómago cada vez que imagino que me sonríes tú, tú… quien quiera que seas, tú que pareces aún no haber llegado a mi vida.
Siento ansiedad cuando veo pasar el calendario y
a su lado el conjunto de cosas (muchas de ellas inconclusas) que componen aquel
checklist hecho en mi mente hace muchos años (cuando el año 2000 se veía lejos)
que decía: “Cuando tenga 30 yo…”
Me siento feliz por las personas que cada día entran
a mi vida. Siento agradecimiento por aquellos que salen de ella, pues siempre
me dejan una enseñanza y me permiten apreciar más a quienes se quedan. Me
siento bendecida por todo vivido en estos 30 años, lo bueno (porque me ha dado
motivos para sonreír) y aquello que no lo fue tanto (porque ha hecho de mí la mujer
que soy hoy). Siento curiosidad por saber el futuro que me espera, pero al
mismo tiempo siento calma al saber que no sé nada y por tanto no tengo de qué
preocuparme.
Siento ganas de soñar mil cosas esta noche…
Monik